“No se puede domesticar la locura que todos llevamos dentro. Además, no es bueno hacerlo. Ya se encarga de ello suficientemente la sociedad. Y es muy eficaz, por cierto”. Sigfrido Koach Arruti (1936-1992)

lunes, 8 de noviembre de 2010

Carta a Gauguin

Después de salir el otro día de clase, donde Lila nos recordaba que estaría bien que compartiéramos cosas de las que estuviéramos orgullosos y animada, mas tade por los compis, os paso el trabajo que hice para Selina hace ya 7 años, cuando nos proponía que eligiéramos una obra expuesta en el Thyssen y trabajáramos sobre Gauguin y el Simbolismo.

Como yo siempre le he tenido mucha manía a este artista (que por fin, sé por qué, pero esa es otra historia), he sentido una fatal atracción por Van Gohg y tampoco quería aburrir a Selina con un "copia-pega" de biografía y opiniones de criticas de otros, decidí investigar, leer mucho, elegir una obra que no estaba expuesta y tratar de sorprenderla.

Espero que disfrutéis leyendo esta gran paranoia, tanto como yo creándola.


27 de julio de 1890

Auvers

A mí querido amigo:

“A partir de mi vuelta al norte, no he dejado de pensar en usted ni un sólo día....Me causa un enorme placer que me diga que el retrato de Arlésienne, basado rigurosamente sobre su dibujo, le gustó,...Hacerlo me costó estar enfermo un mes mas en Saint-Rémy, pero yo también sé que será una tela entendida-como a nosotros nos gustaría que se entendiese- sólo por usted, por mi y por muy pocos mas. Aquí mi amigo el Dr. Gachet acabó diciéndome después de dudarlo dos o tres veces: “qué difícil es ser sencillo”.[1]

Como ya sabe, el pasado 24 de febrero sufrí otro ataque tras pasar dos días en Arlés, (desde donde le envié el cuadro de la Arlésienne). Todo el mundo ignora dónde llegué a pasar aquella noche, sólo conocen que me sobrevino un ataque mucho más prolongado que los anteriores y entonces, se repitieron otra vez los días tenebrosos, de apagón total, de angustia y de terror, de alucinaciones y de miedo, de agitación, de silencio, de cólera. Y lo peor....las noches, esas noches interminables donde se mezcla el delirio, la desesperación, la resignación y el sufrimiento.

Como usted bien sabe, “el invierno siempre ha sido una estación peligrosa” para mi.[2] Pero la primavera me devuelve a la vida, me estimula. Además, llegado mayo, el Dr. Peyron me consintió salir a pintar al jardín, lo que me permitió recuperar toda mi lucidez para el trabajo. Tras dos meses sumido en la mas profunda enajenación, hoy por fin, me siento lo suficientemente fuerte como para revelarle lo acaecido a lo largo de estos meses.

Antes de relatarle las experiencias vividas, la cuales creo haber conseguido ordenar en mi cabeza, (ya que se suceden desordenadas en el tiempo y los lugares), le rogaría que intentará ayudarme a descifrar por qué esta obsesión con usted y que significan todas la visiones que me asaltan, visiones para mi incomprensibles y aterradoras, al mismo tiempo que se revelan dulces y esperanzadoras.

Como bien sabe, amigo mío, llevo ya demasiado tiempo recopilando cualquier información que pueda demostrar que lo que me sucede no es “raro”, que puede haber estado influyendo el clima, o vamos, que podría haberle pasado a cualquiera, y sin embargo, no consigo olvidar su mirada (aquella noche en Arlés) y es en ella, en la que me pierdo en cada uno de mis ataques. Tal vez, si me sincero con usted, si le relato literalmente mis visiones, éstas desaparezcan, aunque si he de serle sincero, después de la última crisis, algo me dice que se aproxima el final…

Entro en un túnel oscuro y le veo asustado, con la misma mirada, pero esta vez es usted un niño, un niño aterrorizado, acaba de llegar a este mundo, sin saber cómo, retrocedo al 7 de julio de 1848, estoy en París.

Siempre aparezco como un espectador en su vida, como un espíritu que le vigila. Su vida pasa ante mis ojos en forma de imágenes. Su padre es un periodista liberal, tiene problemas, siento el nerviosismo. Se ha producido el golpe de estado de Napoleón III y emigran con toda su familia a Perú, Lima; usted debe tener 4 años y pronto descubrirá la muerte, esa dama traidora que lleva ya tiempo cortejándome.

Repentinamente ha llegado al otoño de 1854, fecha en la que ha regresado a Francia, instalándose en Orleáns, su padre ya no esta junto a usted.

Tiene 13 años y con rostro preocupado observa coser a su madre. Se queda largo rato mirándola, la imagina transformando sus delicados rasgos occidentales en el rostro de una mestiza primitiva y enigmática; pensamiento que parece anticipar el retrato que le pintó hace ahora dos años.

Estamos de nuevo en la ciudad que el vio nacer. Su madre trabaja como modista para sacar a la familia adelante. Usted está inquieto, siempre inquieto, esta estudiando. Observo al Paul adolescente preparándose para ingresar en la Escuela de Náutica, pero suspende y se enrola en la marina con 17 años.

Me despierto, estoy sudando, estoy asustado, estoy muy asustado, no sé donde estoy, no sé que he visto; hay gente a mí alrededor, escucho voces susurrantes y sin saber cómo, vuelvo a sumirme en un terrorífico túnel.

Estamos de nuevo en París, 1872, se ha convertido en un agente de Bolsa, si, y además, si me permite la apreciación, parece que se desenvuelve muy bien, está obteniendo buenos ingresos y decide permitirse coleccionar pinturas.

¡Oh, amigo mío!, que placer me produce esta visión, comienza a pintar, ¡Que privilegiado observador!. Es usted feliz, ha conocido a una joven danesa, y ahí están los dos, usted y Mette Gad el día de su boda, a la que le sucede la llegada de sus cinco hijos. ¡Qué bella escena!, Aline, la niña de sus ojos, “la pequeña durmiente”, con su pelito corto, (no lo niegue, querido amigo, su preferida), esa que le transportaba a otros mundos y que necesitó plasmar en aquel extraño semiretrato de espaldas, cargándolo de una sensación de irrealidad que consigue envolver toda la habitación de una atmósfera onírica; Me quedo mirando los pájaros y las notas musicales pintados en el papel de la pared y me cuelo en los sueños de Aline, pero no tengo miedo, nos protege un centinela mágico que no dejará que nos perdamos. Estamos en 1881 y ya se anticipaba usted al simbolismo que le atrapará en breve.

¿Recuerda usted quien fue su primer maestro?, ¿quién fue el que le introduce en el grupo impresionista?, Ahí está, el Señor Camille Pissarro, ¿dónde habrán quedado aquellas exposiciones colectivas?, si usted supiera, si usted supiera.... ¿Sigue recordando a su admirado y odiado Degas, Edgar Degas?

Todo se oscurece, me caigo, el precipicio es infinito, tengo vértigo, veo su rostro angustiado. Estamos en 1882 y ha sido usted despedido junto a la mayoría de sus compañeros. Pero....., si, tal vez si.... Vuelvo a ver esa inquietud en su mirada, si,” tal vez sea posible vivir de su pintura”; no obstante, empezará su eterna batalla personal, esa que le acompañará toda una vida: las dificultades económicas. Son años malos, tengo el corazón lleno de lágrimas, no soporto el dolor que me produce verle sufrir, me revuelvo, peleo con la visión, intento cambiarla pero me atan, no puedo defenderle.

No recuerdo, apenas, que sucede a continuación, estoy paseando por Rouen , le veo charlar amigadamente con el Señor Pizarro, de repente estoy al mismo tiempo en París y Copenhague entre un ambiente deprimente, sólo veo rostros grises, tristes, alienados, empiezo a ahogarme, me desmayo.

Ahí esta Clovís, ¿dónde está el resto de su familia?, ¿por qué está sólo con usted su hijo Clovis?, ¿por qué se ha quedado en Dinamarca el resto de su familia?, De acuerdo Vicent, organice su cabeza por unos instantes, ¿qué estas viendo?.

Si, estamos en Paris, debe ser 1885 u 86, ¡Qué dolor trasmite amigo mío!, esta usted trabajando en “el Retrato de Clovis.”, está muy concentrado, esta realmente preocupado, su aspecto es miserable, la casa es heladora, no veo apenas muebles. Clovis posa para usted portando un libro entre sus manos. En esta ocasión, decidió alejarse de la concepción romántica del retrato como imagen del alma.

Se me parte el corazón, arranco un grito desesperado desde lo más profundo de mi garganta pero no consigue oírme:

- ¡Estoy aquí, amigo mío, estoy aquí.!

Estoy afónico de tanto chillar, me he desgarrado el alma y me sumo en un profundo silencio melancólico.

Me despierto, no, sigo delirando, soy su sombra, soy un espectro. Viajamos a Pont-Aven, entonces deduzco que debemos estar ya en el año 1886, pronto nos conoceremos, mientras, observo como su pintura va cambiando, le veo abandonar el Impresionismo, soy testigo de su búsqueda hacia un camino más personal, con un colorido más intenso y un mayor simbolismo, (Moréas acaba de establecer los principios del movimiento). Paseo a su lado por la aldea a lo largo de los pequeños senderos a orillas del río Aven. La aldea está rodeada de escarpadas colinas. Desde las alturas puedo ver una fértil altiplanicie en la que se salpican granjas, capillas y pequeños bosques. El paisaje no es muy variado pero tiene un carácter apacible con un toque de misticismo medieval que le acerca a su objetivo salvaje, primitivo.

Yo también me siento vivo, estoy excitado, me revuelvo, he vuelto a mis orígenes a través de mis visiones, me agito compulsivamente, no puedo parar mi cuerpo, me precipito...

No reconozco nada, no entiendo el idioma, el paisaje me es totalmente ajeno, ¿qué esta usted haciendo? Ahora lo comprendo, esta trabajando en la reconstrucción de el Canal de Panamá, le está llamando el señor Laval. Es una escena fugaz, apenas logro comprenderla, intento asimilarla cuando aparezco inmerso en un paisaje exótico, hemos llegado a la Martinica. Disfruto al percatarme cómo va calando en usted, aunque sea ligeramente, la influencia del arte japonés que tanto admiro.

Me gusta sentarme y observar cómo aplica en sus cuadros esas amplias zonas comparativamente uniformes, sobre todo cuando utiliza en sus paisajes el azul oscuro del océano. Le veo preocuparse por un diseño más ornamental a la vez que su paleta de pinturas se va tornando violáceas y negras, con sombras pesadas y cálidas. Ha conseguido simplificar los colores de manera drástica. Créame éste exotismo en su pintura, dará que hablar. Recuerde lo que le dije a nuestro gran amigo Bernard: “Todo lo que hace su mano tiene un carácter dulce, nostálgico, asombroso. El público no lo comprende todavía y a él (a usted) le solivianta el hecho de no vender, como a otros auténticos poetas”.[3] No se desanime amigo mío.

Desde que usted regresó a Francia y se instaló en Le Pouldu, hace ya dos años, me he emocionado con la posibilidad de vivir, paso a paso, junto a usted, todos los cambios que su pintura ha estado experimentado hacia un mayor sintetismo. Nuestra fluida correspondencia ha aplacado mis visiones. Mientras usted está pintando cuadros claves en su obra: La visión después del sermón, El Cristo amarillo y La bella Angela. Obras que ya habían aparecido en mis delirios y sólo cuando usted me los describía encontraban su significado en mi perturbada mente. ¿Comprende ahora nuestra vinculación espiritual?, ¿Entiende mi ansia, mi insistencia, la necesidad imperiosa que suponía compartir físicamente nuestros sueños, nuestras visiones, ¿me entiende ahora?

Prefiero no recordar nuestra breve estancia en Arlés, no me viene bien. Sólo le relataré una última visión antes de su partida.

Una de tantas noches en la que mi mente enferma, aterrorizada, se dirigía a su habitación a comprobar que todavía no me había abandonado, le vi sentado trabajando. Estaba de espaldas trabajando en un lienzo, su cuerpo tapaba la parte derecha y sólo pude ver por unos instantes la esquina superior izquierda. Un rostro oscuro de perfil como con una extraña máscara, pero sin llegar a ser una mascara esta escondido detrás de un tronco y observa. Me inquieta, me excita, ¿quién es? ¿Es la muerte?, súbitamente el lienzo toma vida, gira su cabeza, me mira y me sonríe, salgo corriendo aterrorizado mientras en mi cabeza retumban una y otra vez unas palabras ininteligibles:

“ Manao Tupapau” “ Manao Tupapau” “ Manao Tupapau” “ Manao Tupapau” “ Manao Tupapau” ¿las reconoce? ¿Puede ayudarme? Salgo corriendo, necesito aire. Consigo salir al exterior y las voces se detienen. Respiro agitadamente, no consigo recuperar el ritmo, entonces me giro hacia nuestra casita amarilla y lo veo. Esta es mi visión, es la maravilla de sus obras, “mis ojos advierten desde la primera mirada lo que este cuadro es técnicamente, cómo se compone por su esplendor de líneas y de colores tanto como por la singular belleza del poema que encierra”[4]. Veo una muchacha exótica asustada por la sombra de un espíritu. Ella se encuentra desnuda, acostada boca abajo sobre una mullida cama decorada en azul con flores en amarillo, y con sabanas blancas. La mujer es joven, morena de silueta atractiva y larga, negra y ondulada cabellera. “¿Qué puede estar haciendo una muchacha indígena totalmente desnuda en su lecho, y en una postura un tanto comprometida? ¿Prepararse para hacer el amor? (...) ¿Dormir? El acto amoroso habría entonces terminado y eso sigue siendo indecente. (...)Sólo veo el temor. ¿Qué clase de temor? (...)”[5]. Usted está observando muy concentrado los pies cruzados de la muchacha, sus piernas y nalgas, la línea de la espalda, hombros y ambas manos que enmarcan su rostro.

Es una verdadera maravilla, me emociono. Puedo apreciar en la muchacha desnuda todo el calor luminoso del bosque incendiado de flores, y toda la lubricidad lánguida de esta exótica mujer para la cual el placer parece ser el único asunto serio de la vida, al mismo tiempo que trasmite el pavor de algún terrible secreto que la soñadora quiere conjurar con sus caricias.

Aquella mañana aparecí dormido en el jardín, ¿lo recuerda? Cuando desperté subí a ver aquella maravillosa obra, iba excitado, abarcando los escalones de dos en dos como un crío en busca de su tesoro mas preciado, abrí la puerta y..... Lo que vi confirmó definitivamente mi situación. Se trataba de mi retrato terminado; usted insistía en haber captado algo de mi carácter íntimo. Me hundí y exclame: “No cabe duda de que soy yo, pero yo loco”.[6]

Aquélla visión fue realmente el desencadenante de su huída cobarde. ¿Le sorprende que sea tan directo, querido amigo? Si, soy consciente de su abandono en el momento más difícil de mi vida. Llegados a este punto, me siento capacitado para poder describirle el resto de su futura existencia, ya que con esta claridad continúan las visiones.

Mi querido y atormentado Paul, probablemente esté usted más aterrorizado que yo, y le aseguro que esto no es nada. Hasta este momento, reconozco las calles, las gentes.... y, sin embargo, jamás podría entender el terror que despiertan en mi tantas otras noches angustiosas de delirio en las que, totalmente enloquecido, me lanzo a un abismo de caos indescriptible.

Sólo le confirmaré que su nuevo sueño de partir hacia Tahití, se cumplirá, estará llegando a Papeete el año que viene.

Logrará llevar hasta sus últimas consecuencias su visión del buen salvaje, ese que plantea Rousseau, ese que cree en un mundo feliz en el que aún es posible intuir la idea de felicidad, esa idea que ya obsesionaba allá por el siglo XVIII.

Y si, querido y odiado amigo mío, alcanzará esa nueva sensibilidad hacia el arte primitivo y se deleitará en sus numerosas digresiones sobre la manera de entender la pintura, será, la verdad de su mentira.

Le aseguro que dejará testimonio del inocente encanto de las mujeres tahitianas, de su entrega erótica libre de toda timidez o de sentido de culpa. Saboreará la espontaneidad de las adolescentes que compartirá su cabaña soñada.

Escribirá sobre el innato sentido de la belleza que posee el salvaje, libre de toda noción aprendida, libre de toda academia.

Y para su satisfacción personal, le diré que “Sus estancias en la Polinesia harán evidente a occidente la belleza de los pueblos llamados primitivos, y la posibilidad de que el arte parte del mundo sensible mas que del intelectual, que hay que reivindicar la imaginación por encima de la convención, y la primacía de las más audaces armonías de color por encima del dibujo, considerando el afán de verosimilitud sobre todo como una traba.”[7]

Defenderá hasta el último de sus días el “Arte como expresión frente a arte como artificio. Arte sincero frente a arte engañoso: verdad contra mentira.

Siempre mantendrá su oposición a la mentira y al artificio de las Academias, dándole valor al primitivismo, a la sinceridad, a la capacidad de comunicación directa, incontaminada por tantos aprendizajes reglados.[8]

No está usted desencaminado cuando, arrogantemente, admite convertirse en el prototipo de artista maldito, alguien que será reconocido en el futuro como el gran libertador, sólo por ello, merecerá la pena las miserias y desventuras de su paso por este mundo. Desde hoy le doy pie para que comience a vislumbrar un éxito más elevado y trascendente: el éxito como pionero, como libertador, como revolucionario que llegará de seguro, como usted bien dirá. “cuando su arte sea evidente a los ojos de todo el mundo”. Es decir, cuando todos comprendan que es posible un arte que tiene su punto de partida en la emociones, transmitidas a través del color, emociones y sensaciones que se originan dentro de usted y hacen referencia a una visión interior, más sincera, más intensa, una visión mas verdadera que ninguna otra.

Mi absoluto convencimiento de que todo esto llegará a suceder cristalizó aquella noche en la que nadie supo donde estuve. Aquella que me mantudo alejado de esta realidad mas de 2 meses; mi ataque más prolongado, y es a usted, única y exclusivamente a usted, a quien le confieso todo lo ocurrido, como ya le anunciaba al comienzo de estas letra.,

Pues bien, La noche que desaparecí en Arlés, ocurrió lo que hoy por fin comienzo a entender, y es hoy, 27 de julio de 1890 cuando he conseguido reunir todas la piezas y saber cual es nuestro destino amigo mío, hoy siento la valentía del que se libera de un peso confesando.

Sucedió lo siguiente. Regresé, (por primera vez desde nuestro incidente), a la calle Bout d´Arlés, ¿recuerda?, aquella donde estaban situados todos los burdeles. Como hipnotizado, me dejé llevar por mi piernas, sabedoras de hacia donde debía dirigirme. Súbitamente, se detuvieron frente a la Maison de Tolérance núm 1, (por cierto sigue siendo regentada por la misma Virginie). Allí me atendió Gaby, pobre desdichada, todavía se ve con mi oreja en su mano escuchando: “Te acordarás de mi, de verdad, te lo digo yo”[9]

Y ese rostro es el último que recuerdo antes de que sucediera lo que a continuación le detallo.

Estoy sólo, ya no le encuentro, esta vez soy incapaz de reconocer absolutamente nada. El lugar me resulta acogedor, se trata de una especie de patio previo, es un espacio de recibimiento que me sitúa entre dos piezas (edificios), entre dos historias bien distintas.

La una, rezuma clasicismo, ordenes, ritmos, colores y como no contenido; La otra ofrece modernidad o una total ausencia de relación con la pieza originaria. Curiosamente, como usted intuirá, este canon no es aplicable a la arquitectura moderna. Ésta, por principios, carece de cualquier deuda con la historia. Plantea que la arquitectura se inventa y se desarrolla así misma según nuevos parámetros, o mejor dicho según una nueva sociedad carente de ataduras. La pena es que también se mata así misma sin que nadie haga lo más mínimo, ya que evidentemente nadie se siente responsable.

El lugar me resulta familiar y sin embargo, sé que jamás antes he estado ahí. Consigo leer “MUSEO THYSSEN-BORNEMISZA”, ¿Reconoce algo de lo que le cuento?

Sin saber cómo, me he adentrado en el edificio y siento estar cruzando el umbral del “arte”.Observo a mi alrededor, estoy en una sala con un amplio vestíbulo de altura libre y color cálido, concretamente color salmón aunque con cierto toque arcilloso.

Una vez más, mis piernas están decididas a guiarme en esta noche de lujuria artística. Se dirigen decididas hacia la que, obviamente, se trata de la pieza que se encuentra en el espacio de nueva planta o ampliación. Este punto es importante ya que la misma sólo se produce a nivel espacial, ya que a nivel material el cuerpo añadido es una pieza distinta, que no amplia sino que cierra el espacio de entrada. Yo estoy totalmente desorientado, el lugar me desconcierta y al mismo tiempo me arropa. Mis ojos ya han alcanzado el objetivo. Leo en grandes letras GAUGUIN Y LOS ORIGENES DEL SIMBOLISMO. Me quedo paralizado. Tras unos breves segundos, que parecen una eternidad, decido continuar.

Para acceder a las salas se parte de un pasillo de forma curva que recoge la circulación.

Éste, a su vez, establece una pauta de movimiento por medio de la colocación de grandes placas de cristal traslucido que emiten gran luminosidad producto de la luz exterior. Ésta incide sobre los mismos, aunque al ser traslucidos, permite la entrada de la luz al mismo tiempo que tapan la visión del exterior. No veo lo que hay fuera del edificio. Continúo sólo en el más absoluto silencio.

En estos cristales se sitúan carteles informativos, estos se componen de letras sueltas oscuras que destacan sobre el blanco “nuclear” del panel.

Me deslizo, hacia el interior de la sala, la cual, se compone de piezas rectangulares de gran tamaño y altura, con pequeñas piezas verticales que, dispuestas de forma adecuada, establecen los distintos sentidos de circulación según interese el orden de la exposición. ¡No puedo creerlo!, nada mas entrar le encuentro de frente, es su autorretrato. “Les Miserables”. Creo que se me va a parar el corazón.

Miro hacia la derecha y veo a Pizarro, Guillaumin, Cézanne, y le veo a usted. Ya aquí, en esta primera sala, veo expuestas muchas de mis visiones de sus obras. Veo a Clovís, a La pequeña durmiente...La iluminación principal es cenital y difusa, conseguida mediante piezas de plástico tensadas. Estas placas translucidas ocultan los tubos de iluminación general al mismo tiempo que impiden los brillos de los mismos se proyecten sobre el suelo y las piezas expuestas.

Esto es un sueño. Paso a la segunda sala, y créame cuando le digo que colgados en la misma pared aparecen ante mis ojos sus “Dos bañistas” con las “Campesinas bañándose en el mar al atardecer “de Degás. El color de los cuerpos de este óleo de Degas, me lanzará a la desesperada búsqueda de mi muchacha, de mi espíritu, de mi visión. Pero no la encuentro.

Mientras avanzo, observo que las piezas que crean las divisiones menores dentro de las grandes salas se realizan con paneles de cartón-yeso, montados sobre una estructura auxiliar de montantes de acero inoxidable que permitirán que el interior hueco de los mismos sirva para albergar las conducciones de las instalaciones. La ventaja de utilizar estas piezas y estos acabados en panel de yeso coloreado, es que no son fijos, por lo que podría desmontar las circulaciones una vez terminada la exposición y volverlas a fijarlos formando otra división distinta de los espacios puramente “constructivos” o pertenecientes a la estructura masiva del edificio, a la vez que permite la posibilidad colocar distintos colores o texturas de acabado según lo requieras. ¡Francamente interesante! ¿No cree?

Continúo el recorrido y le garantizo que soy incapaz de calcular el tiempo que trascurre mientras contemplo la escena que a continuación le describo.

Usted, Bernard y yo, juntos con nuestras Bretonas, si, ahí están los tres cuadros: “Bretonas en el recodo del camino”, “Bretonas en la Pradera” y “Bretonas en la Pradera según Bernard”. Las lágrimas conquistan mis ojos, el corazón se me sale del pecho. ¡Cuanta emoción, amigo mío!, ¡Cuanta emoción! Es indescriptible. Los tres juntos, como en aquellos bellos tiempos, ¿los recuerda?

Pero continua, la siguiente sala es exclusiva para nosotros tres ¿no es maravilloso? Juntos, obras de colores tan vivos como La Arlesiana, Madamme Ginoux o La madre del artista, se han colocado a con una serie de zincografías de ustedes dos, déjeme contarlas, 12 exactamente.

Ansiosamente continúo el recorrido y me detengo a observar sus bellas “Madame La Mort”. Otra vez la señal, ¿dónde esta mi visión? Siento que pronto acabará esta incursión en el mundo de mi fantasía y no logro encontrar mi objetivo, ¿donde está?

Es la última sala. No puedo creerlo, están mis “Olivos”, junto a su “Cristo en el huerto de los olivos”. Me sigue enfureciendo ver su Cristo donde no hay nada observado; pero aun me encoleriza más el no encontrar mi visión.

Agacho la cabeza taciturno, arrastro mis pies hacia lo que anuncia será el fin y envuelto en una atmósfera onírica, surge lentamente ante mi incrédula mirada, “Manao Tupapau” El espíritu de la muerte acecha.[10]

La obra está sola, al final del recorrido, en una sala acogedora donde las pantallas de plástico se incorporan a piezas opacas y sólidas del mismo color que las paredes. Estas piezas fijan los focos que proyectan luz directa, la cual se refleja en las paredes evitando caer directamente sobre la obra o sobre el suelo.

Las paredes están acabadas con un color verde apagado que absorbe la luz directa, no obstante, el suelo es de grandes piezas de mármol pulido que reflejará toda la luz que le llegue de cualquier forma o medio.

Esta sala posee gran cantidad de luz pero en ningún momento de forma directa sobre el cuadro, (tal y como sucede triste e incomprensiblemente en el Louvre), sino que crea un ambiente luminoso generalizado por toda la sala, producto de reflejos intencionados y difusores artificiales de luz. Alcanzo a leer en la identificación del cuadro:

El espíritu de los muertos vigila
Titulo: Manao tupapau, 1892
Autor: Paul Gauguin
Museo: Albright-Knox Museum
Caracteristicas: Oleo sobre lienzo 73 x 92 cm.

Me quedo absolutamente extasiado y.....

Comienza como un susurro, no entiendo que dicen, no puedo creerlo, es su voz:

“(...) el Manao tupapau. Pinté un desnudo de una joven. En esa postura, una nimiedad, está indecente. Sin embargo, la quiero así, las líneas y el movimiento me interesan. A continuación aplico a su cabeza un poco de terror. Es preciso buscar un pretexto para ese terror o explicarlo, y ello, teniendo en cuenta el carácter de la persona, una maorí.

Tradicionalmente, este pueblo siente un gran temor ante el espíritu de los muertos. Una joven de nuestro país sentiría temor de verse sorprendida en esta posición (la mujer de aquí en absoluto). Tengo que explicar ese terror con el mínimo posible de medios literarios, como se hacía antiguamente. Entonces hago esto. Armonía general, oscura, triste, espantosa, que se muestra a la vista de un tañido fúnebre. Violeta, azul oscuro y amarillo anaranjado. He pintado el vestido de color amarillo verdoso, 1º porque la ropa de esta salvaje es diferente a la nuestra (corteza de árbol machacada); 2º. Porque, da la impresión, sugiere luz artificial (la mujer canaca no se acuesta jamás a oscuras) y sin embargo, no quiero un efecto de lámpara (es corriente);3º este amarillo, que reúne el amarillo anaranjado y el azul, completa el acorde musical. Hay algunas flores al fondo pero no deben ser reales, ya que son imaginarias. Las he pintado como si fueran chispas. Para el canaco, las fosforescencias de la noche son los espíritus de los muertos, en quines creen y a quienes temen. Por último, para terminar, realizo el espectro de forma muy simple, una pequeña buena mujer; porque la joven, que no conoce los teatros de espiritismo francés, sólo puede ver el espíritu del muerto ligado al propio muerto, es decir, una persona como ella. (...)[11]

Por fin está hablando en su soñado lenguaje visual de “lo primitivo”, lo ha logrado, ha conseguido alcanzar su primitivismo en función de la “sencillez”, la intensidad y la ausencia de toda escala naturalista. Descubrirá que sus simplificaciones formales son en sí mismas símbolos de la cultura “primitiva”. Y precisamente en este cuadro logra el uso exacto y metafórico de lo femenino para representar lo primitivo.

Mientras usted está creando esta maravillosa obra, Aurier está a punto de morir, ¡pobre joven!, antes publicará su famoso artículo sobre los simbolistas. Por fin su maestro, Pizarro, consigue su primer gran éxito en la galería Durand-Ruel y Degas, sin saberlo todavía, estará montando su última exposición en la misma galería. Y usted, no desespere, amigo mío, serán tiempos duros. Me emociono al pensar en Bernard, ¡fiel amigo!, si usted supiera lo que nos espera....

Ahora si, amigo mío, ahora ya veo claro el camino.

Estoy agotado, aun así, trataré de terminar de escribirle unas letras a mi hermano...

Suerte amigo mío, pronto todos seremos sus fosforescencias de la noche.

Vicent van Gogh.

El domingo 27 de julio se sentó a escribir a su hermano: “Me gustaría escribirte sobre montones de cosas pero me doy cuenta de la inutilidad de ello...Una vez que todo va bien (en casa), que es lo principal, ¿para qué voy a insistir sobre cosas de menor importancia? A decir verdad, tal vez pase mucho tiempo antes de que tengamos la oportunidad de hablar de negocios con en espíritu sosegado. ¡Qué se le va a hacer! En realidad sólo podemos hablar a nuestros cuadros. Sin embargo, querido hermano, hay algo que te he dicho ya y que te vuelvo a repetir con toda la seriedad, que pueden aportar los esfuerzos de un espíritu centrado asiduamente en la tarea de hacer las cosas lo mejor posible; te lo repito; siempre te consideraré algo diferente de un simple marchante de Corot, siempre creeré que por mi intermedio tienes parte incluso en la producción de ciertas telas que, pese al derrumbamiento, conservan su calma. Pues a ese punto hemos llegado y eso es, fundamentalmente, lo que tengo que decirte en un momento de crisis relativa, en que existe una gran tensión entre marchantes de cuadros de artistas muertos y artistas vivos. En fin, por lo que hace a mi trabajo, arriesgo en él mi vida y mi razón zozobró a medias en él-¿qué se le va ha a hacer?-, pero tú no te cuentas entre los marchantes de hombres que yo sepa, y puedes tomar partido, creo yo, actuando realmente con humanidad”

Vicent no terminó esta última carta. El día tocaba a su fin; tomó el camino de los campos, llevando consigo un revólver. Nadie sabe donde lo consiguió; es posible que se lo haya pedido prestado a un campesino con el pretexto de matar cuervos[12]. Pero lo dirigió contra si mismo. La bala le entró por debajo del corazón (...) A la una de la mañana del martes 29 de julio, Vicent van Gogh espiraba en brazos de su hermano. Tenía 38 años.

Vicky Mateo Prieto

Trabajo para la Asignatura de Historia del Arte I.

Curso 1º, Grupo 5

Facultad de Bellas Artes, Madrid. 2004


[1] Vicent Van Gogh a Gauguin, (Auvers, aprox. 20 de junio de 1890). Al parecer esta carta se ha perdido; la cita que damos esta tomada de un borrador inacabado hallado entre los papeles de van Gogh. “El Postimpresionismo, de van Gogh a Gauguin”. John Rewald .

[2] Gauguin a Vicent V. Gogh (París, abril 1890) ; documento inédito cortesía de V.W. van Gogh, Laren. “El Postimpresionismo, de van Gogh a Gauguin”. John Rewald .

[3] Vicent V. Gogh a Bernard, (Arlés, finales de mayo de 1888). “El Postimpresionismo, de van Gogh a Gauguin”. John Rewald .

[4] Charles Morice. Descripción de la obra Manau tupapau. Página 321.

[5] Gauguin sobre sus cuadros. “Teorías del arte contemporáneo”. Herschel B. Chipp.

[6] En una carta a Theo, Vicent explicó mas tarde: “Era yo, en efecto, extremadamente cansado y cargado de electricidad como estaba por entonces.” (Saint-Remy,10 de septiembre de 1889). “El Postimpresionismo, de van Gogh a Gauguin”. John Rewald .

[7] Prólogo de Maria Dolores Jiménez-Blanco. “Escritos de un salvaje”. Paul Gauguin.

[8] Prólogo de Maria Dolores Jiménez-Blanco. “Escritos de un salvaje”. Paul Gauguin.

[9] Bernard a Aurier, (Paris, 1 de enero de 1889)Según un pasaje de esta carta, fue escrita “cuatro días después del precipitado regreso de Gauguin” desde Arlés. Documento inédito cortesía de Jacques Willliame, Châteauroux. “El Postimpresionismo, de van Gogh a Gauguin”. John Rewald.

[10] Esta obra es la única de las mencionadas que no ha formado parte de la exposición temporal de Gauguin y los origenes del simbolismo en el museo Thyssen- Bornemisza. Se incluye por haber sido la seleccionada para este trabajo.

[11] Carta a su mujer Mette. Tahití, (8 de diciembre de 1892). Véase página 95 , “Escritos de un salvaje”. Paul Gauguin.

[12] El Dr. Doiteau, en Aesculape, marzo de 1957, habla de otra posibilidad. “El Postimpresionismo, de van Gogh a Gauguin”. John Rewald .

Bibliografía:

.-JOHN REWALD, El postimpresionismo. De van Gogh a Gauguin, Alianza Forma.

.-PAUL GAUGUIN, Historias de un Salvaje. Istmo.

.- CHARLES MORICE. Paul Gauguin.

.-HERSCHEL B. CHIPP, Teorías del arte contemporáneo. Fuentes artísticas y opiniones

críticas. Alcal.

.-CHARLES HARRISON, FRANCIS FRASCINA, GILL PERRY, Primitivismo, Cubismo y Abstracción. Alcal.

.-RICHARD SCHUFF, El primitivo de los caminos de otros,

.- JOSÉ Mª FERNÁNDEZ SÁNCHEZ, Un museo cualquiera. Exposición temporal de Gauguin. Articulo sin editar.

.- GAUGUIN Y LOS ORIGENES DEL SIMBOLISMO. Museo Thyssen-Bornemisza. Fundación Caja Madrid.


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